miércoles, 25 de noviembre de 2015

HOY ME HE LEVANTADO MÚSICO (Y TÚ TAMBIÉN)

Por: Alejandro Cerro De Lara

Hace unos días fue Santa Cecilia, patrona de los músicos, esos personajes que para algunos hosteleros son “vente a mi bar a tocar gratis y así te promocionas”, para las madres son un “córtate el pelo y búscate un trabajo de verdad” y que a la mayoría de la gente les provoca la misma duda “pero… ¿luego como te ganas la vida?”

¿Cómo sería la vida sin músicos? ¿De dónde sacaría inspiración el mundo para girar si hasta la rotación y la traslación de la tierra son un 2/4 de manual?

Si un niño duerme con la melodía de una nana y un adulto despierta con el soniquete de un despertador, por algo será. Si nacemos cantando en forma de llanto y cuando morimos nos despiden con un réquiem, por algo se hará. Si vas al cielo a escuchar música celestial o si nos vemos en el infierno para oír música satánica, ¿acaso van a estar equivocado los dioses?

Tenemos un cuerpo con ritmo cardiaco, órganos, pulso en las venas y ruido en las tripas. Tenemos pájaros flauta, cangrejos violinistas y trompetas de la muerte. Edificios con bajos, hamburgueserías con guitarras, móviles con batería, abuelos que beben clarinetes y parados que un día vivieron contrabajo. Ladrones que “cantan” en comisaría, gansters con fundas de violín y cantos de sirenas que invitan a correr en dirección contraria. Si hasta a tomarnos las huellas dactilares se le llama “tocar el piano” y si te dicen que te quieren es música para tus oídos. Tenemos ajedreces con blancas y negras, silencios incómodos, el Sol y el La La La de Massiel (este estribillo tenia letra antes de que esta mujer empezara a beber).

Cuando empezó la crisis todos nos convertimos en economistas, cuando hay futbol todos somos entrenadores y cuando hay elecciones todos nos transformamos en políticos pero con la música pasa algo curioso, nos acompaña durante toda la vida, nos sorprende en cualquier rincón e incluso, nosotros mismos, somos capaces de hacer música al andar o al hablar, pero cuesta años de dedicación poder considerarte músico. Yo discrepo. Creo que si eres capaz de emocionarte con una canción o sientes repulsión por la tuna, felicidades, ya eres músico y puedes levantarte a las doce.

¿Quién no tiene, y me quedo corto, cien canciones para cien momentos de su vida? ¿Quién no ha cantado en la ducha o ha transformado su habitación en un escenario? ¿Qué sería de la radio sin canciones? ¿Qué pondrían en todas las cadenas de televisión a las cuatro de la mañana?

Los músicos son esos seres extraños que todo el mundo extrañaría si no existieran, por eso, puedes no ir a un concierto porque cinco euros te parezca caro y luego comprar por más dinero un partido en la tele, nada que discutir, pero si vas a un concierto, sea o no gratis, respeta al músico, respeta su trabajo y respeta a la gente que quiere escucharlo. Ningún músico va a ir a tu curro a molestarte (sobre todo si trabajas por la mañana).

Quiero terminar con una frase que el otro día compartió mi compadre Joaquín Tena: “Músico quise ser, músico me quedé”.

Y ahora me vuelvo a la cama que no son horas, a soñar que canto con la voz que no tengo tonadas que no recordaré cuando despierte.

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